¿CÓMO?, ¡SURGIÓ LA TALAVERA POBLANA!
De la
artesanía regional, la Talavera Poblana es quizás la más representativa de
todas, ya que tiene una tradición de varios siglos, desde que se fundó la
ciudad de Puebla, en tiempos de la Colonia Española, y que se ha mantenido
hasta la actualidad. He aquí su historia.
La cerámica o
losa vidriada, tiene su origen en la ocupación islámica a la península ibérica, donde la
convivencia entre las culturas musulmana y judío cristiana, dio paso al
florecimiento de un nuevo arte denominado Mudéjar, que tomó un fuerte auge
en España durante varios siglos de ocupación.
Cuando los
españoles llegaron a América, trajeron como parte de su cultura al nuevo mundo,
el conocimiento en el diseño y la elaboración tradicional alfarera.
En el Siglo
XI, con la fundación de la Ciudad de Puebla, los colonizadores encontraron en
esta nueva tierra, las condiciones propicias para, a través de talleres de
alfarería, elaborar objetos utilitarios y decorativos, que con la experiencia
en las técnicas, toma nuevas propuestas muy características del nuevo mundo.
La Cerámica
de Talavera es actualmente reconocida como patrimonio de la humanidad.
A partir la
mezcla de barros en greña y agua, se obtiene un material, que con el proceso de
maduración, toma la característica de maleabilidad. Esto significa, que es
perfectamente moldeable para ser trabajado con las manos,
dando las formas más elaboradas a partir del formado en torno, y moldeado,
dependiendo de la pieza. Una vez terminada, se deja secar en condiciones
especiales durante un periodo específico, hasta quedar la pieza totalmente
seca; El siguiente paso es horneado, hasta obtener el característico color
rojo-naranja. En este paso, al producto se le denomina “jahuete”.
El esmalte es
preparado a partir de “alarca”, una amalgama de plomo y estaño que es molida
junto con arenilla. Los objetos en cuestión son cubiertos por inmersión o
escurrimiento, por el esmalte, limpiando las orillas de apoyo en la base,
conocido como “relez”, dejando descubierto en ellas, el color del barro.
El decorado,
en el cual los colores usados son de origen mineral y elaborados en el mismo
taller, son: azul gordo, azul fino, verde, amarillo, naranja y negro. Son
aplicados sobre el esmalte seco, a mano mediante dos técnicas: plumeado y
borroneado, utilizado para diseños únicos, y el estarcido, que no limita la
creatividad para replicar los diseños.
Una vez
terminado el decorado, se somete la pieza a una segunda cocción, en un horno a
muy alta temperatura, la cual le da el terminado vidriado y los colores
finales, que no pueden verse durante el proceso anterior.
Debido al
auge de este arte en la zona de Puebla durante la colonia, el gremio locero
pidió al virrey elaborar una serie de ordenanzas para regular los procesos y la
calidad de los productos. Es así como se logró preservar la tradición hasta
que, con la independencia de México en 1810, estas ordenanzas perdieron
validez. Sin embargo, los procesos de elaboración lograron sobrevivir, siempre
con el riesgo de perderse en el tiempo. Algunos talleres, debido al incremento
en la demanda, dejaron atrás las tradiciones y se enfocaron a la producción en
masa y grandes volúmenes de venta, por lo cual, en la década de 1990, se inicia
una lucha por la preservación de la tradición, y se creó un Consejo Regulador
de Talavera, que mantiene controlados los procesos de elaboración y la calidad,
así como la denominación de origen.
Es importante
tener en cuenta que, muchos otros talleres, a pesar de no estar certificados,
no han perdido la tradición que durante generaciones se han mantenido, sin
embargo, han surgido también imitaciones que, siendo industrializadas, han
ocasionado que se dude de la autenticidad, así como incurrir al engaño que
pueda hacerse a quienes gustan de tan apreciado arte sin ser conocedores.